En la meseta de Gizeh.
Ayer llegué de Egipto y mis pensamientos aún están llenos de las imágenes de templos, pirámides, mastabas, museos, estatuas, momias o el sagrado Nilo, motor principal del país faraónico. Marché con tres amigos y dos amigas, una de ellas la mujer de otro de ellos, Asens el hijo del "pare", aunque eso es otra historia. Pues bien, ella, Vero, hizo posible nuestro normal desplazamiento por Egipto, gracias a su don: el dominio del inglés. Sin este idioma, muchas veces se hace dificultosa la comunicación en Egipto. Por llevar una sincronía temporal, empezaré por el principio, como suele decirse. Visitamos todo cuanto tuvimos oportunidad de visitar, levantándonos a horas intempestivas. El penúltimo día nos levantamos a las seis de la mañana y a todos nos pareció un verdadero lujo. Y no es para menos, puesto que los dias anteriores habían sido a las 2 y media, a las cinco o a las cinco y media. Hasta el último día tuvimos que despertarnos a las tres y media, ya que el avión salía a las 7. Puedo asegurar que he vuelto fatigado, pero que pocos viajes me llenarán tanto como el que acabo de realizar. Nada más llegar a las 12 de la noche, después de horas y horas de viaje, contratamos las excursiones. La primera salia hora y media después, a las dos y media, a Abú-Simbel. Allí llegamos poco después del amanecer. Después visitamos la presa de Asuán. La nueva y la antigua. De allí nos dirigimos a Philae, templo reconstruido en la isla Elefantina, dedicado al dios Halcón Horus y a donde se accede mediante una precaria embarcación conducida por nativos. Luego comimos en el barco y navegamos hasta Kom Ombo, templo dedicado originalmente al dios cocodrilo Sobek (el Pare para nosotros). pero que después acogería también el culto a Horus. Visitado este templo, embarcamos de nuevo, cenamos y marchamos hacia Edfú, uno de los cuatro templos de la leyenda de Horus (Abydos, Edfú, Dendera y Philae), con inscripciones parecidas a las encontradas en Elefantina. Esa misma tarde, pasada la esclusa de Esna, visitamos los dos templos principales del Imperio Nuevo, Karnak y Luxor, monumentales obras a las que unía una avenida de Esfinges con cabezas de carnero del dios Amón, dios principal del Imperio Nuevo. El día siguiente sería para los colosos de Memnon, el templo de Hatsepsut y el valle de los reyes, con fatigosa visita incluida a la escondida tumba de Tutmosis III, el rey guerrero. sucesor de Hatsepsut. De allí se sale respirando con dificultad y con las piernas bien cargadas.
Por la noche volamos hacia El Cairo y a la mañana siguiente visitamos Memphis, capital del bajo Egipto (Tebas, ahora Luxor, es la del alto Egipto) y de allí marchamos hacia la necrópolis de Sakkara, donde visitamos un par de mastabas antes de acercanos a la primera pirámide de la historia, la del faraón Zoser, concebida por el genial Imhotep, con su templo anexo y el lugar reservado para el Heb-Sed, fiesta en que el faraón renovava su poder y donde se enfrentaba a un toro. Desde lo alto y muy a lo lejos, se aciertan a divisar las pirámides de Snefru en Dashur, faraón de enorme prestigio para todos aquellos que lo precedieron y nexo de unión entre la originaria primera pirámide de Imhotep y las colosales tres pirámides de Gizeh de Keops, Kefrén y Micerynos, lugar que visitamos a continuación, para terminar en la guardiana de las pirámides, La Esfinge, escultura colosal atribuida a Kefrén. Cerramos el viaje con la visita al museo egipcio de El Cairo y al kafkiano mercado de El Halily, donde regresamos al día siguiente también. Sobre los nativos de la actualidad, sus costumbres y, sobre todo, su singular forma de conducir haré un artículo expresamente. Por el momento es todo.
Saludos
FRAN MELIÁ