UN ENTRETENIDO PASEO POR LA HISTORIA

Historia es todo lo que existe y todo lo que ha existido. Hasta aquello que está por venir acabará convirtiéndose en ella también. Es la ciencia que contiene todas las demás, pues cualquiera de ellas forma parte de sus entrañas. Si somos flexibles en cuanto a nuestro estudio de fechas y nombres, y nos ceñimos a los hechos concretos, esta ciencia se convierte en una inacabable película, una inabarcable novela, con sucesos increíbles y finales inesperados. El problema radica en que su sentido es diferente en cuanto a quien sea su narrador, privilegio reservado tradicionalmente para los vencedores, para los fuertes, para aquellos que están en la cima en el momento en que se escribe. Es por ello que hay que ir con cuidado con las interpretaciones subjetivas (casi siempre) que encontramos en los documentos históricos. El fin de esta página es; primero, entretenerme yo y después intentar entretener a quien la lea. Me he tomado la molestia de preparar un surtido número de links para que, quien lo desee, pueda comprobar si mis reflexiones son ciertas o no lo son.



En Rennes le chateau

jueves, 19 de julio de 2007

EGIPTO (EL INICIO DE LA CIVILIZACIÓN)

En Edfú, estatua del dios halcón Horus


Para llevar un orden cronológico estricto, deberia haber empezado por la civilización sumeria, que segun parece fue la pionera de la civilización y la historia, avanzándose a los egipcios en formar la primera cultura conocida. Tiempo habrá para ella también, ya que es otra civilización apasionante y muy avanzada en diferentes campos de la ciencia. Sin embargo, empezaré por Egipto por varias razones. La primera es que estamos hablando de la civilización más grandiosa y duradera de la antigüedad, cuya influencia llegó a cuantas civilizaciones la precedieron. Aún hoy es perceptible ese indudable influjo, en los miles y miles de visitantes que llegan cada año al país de los faraones. Otra razón está estrechamente relacionada a lo que acabo de decir y mi propia persona, ya que en Agosto yo mismo seré uno de esos visitantes durante ocho días. Es un viaje con el que he estado soñando durante toda mi vida, y que por fin se va a hacer realidad.



Egipto no tiene parangón en la antigüedad. 3000 años de civilización es algo lejos del alcance de nadie más (China también merece un capítulo aparte en este aspecto). Cleopatra, última gobernanta de Egipto, está más cerca de nosotros (2000 años), que del inicio de su propia civilización (3000 años). Cuando Herodoto (400 ac) habló de cómo fue construida la gran pirámide, hablaba de algo que había sucedido 2200 años antes. Algo parecido a que alguien ahora hable sobre la vida de Jesús. Si Roma o Grecia nos parecen antiguas, Egipto ya era antiguo para estas dos civilizaciones (2500 años más antiguo). Dice la biblia que Abraham, primer patriarca y fundador del pueblo hebreo, llegó a Ur en tiempos del rey babilonio Hammurabi. Para entonces, ya hacía 1500 años que existía Egipto. Tal es, que dice un proverbio árabe que: "el hombre teme al tiempo, pero el tiempo teme a las pirámides". Egipto fue un faro permanentemente encendido, al que miraron todos los pueblos de la edad antigua. Un faro que permaneció encendido 3000 años y que hasta los invasores que tuvo (hicsos, asirios, persas, helénicos o romanos) se esforzaron por que siguiera encendido. Tal era el respeto que sentían por estas tierras, que hasta los reyes invasores se hicieron coronar como faraones, para poder tener el honor de haber pertenecido a tan magna y admirada civilización.



Intentando ser original, y salir un poco de lo que se ha escrito sobre Egipto una y mil veces, enfocaré hoy dos facetas de la personalidad egipcia, intentando explicar cuán diferentes eran en el modo de entender la vida a lo que somos nosotros. Un concepto de vida en que los dioses eran responsables de todo. Lo bueno o lo malo. Recompensas o castigos. Suerte o infortunios. Todo ocurría porque los dioses querían que así fuese. Ellos eran quienes mantenían el orden en Egipto. Ellos y el faraón, claro está. Considerado un dios viviente y nexo de unión entre lo terrenal y lo divino, responsable también de mantener el orden cósmico, otra de las obsesiones de los egipcios. De ese modo, cuando los egipcios trabajaban en la tumba del faraón, estaban trabajando para un dios. Aunque se haya comprobado que los trabajadores recibían su remuneración por el trabajo, es lógico pensar que su predisposición y motivación al trabajar para un dios iba más allá de ese sueldo. Y digo esto porque una de las cosas más extraordinarias en la construcción de la Gran Pirámide es la administración del trabajo de las 10.000 o 15.000 personas que se supone que la construyeron. Una espectacular labor de coordinación, sólo posible por la predisposición de los trabajadores a la obediencia, como antes he comentado, al trabajar para quien ellos consideraban un dios. Sólo así puede entenderse la precisión milimétrica de una construcción de casi 150 metros de altura, con más de dos millones de bloques de piedra caliza de entre dos y sesenta toneladas de peso cada uno. Así pues, considero una maravilla haber podido coordinar a miles de personas para que lograran aquella mole inmensa de piedra, concebida y llevada a cabo con la precisión de un cirujano.


Otra aspecto que les diferencia de nosotros es su enfoque en cuanto a las tumbas. Hoy día mucha gente con posibles construye bellos y trabajados panteones como última morada. Panteones que muestren la grandeza de esa familia. Una de las tumbas más famosas de nuestro país es el monumental valle de los caídos, lugar en que su constructor, Francisco Franco, se reservó un espectacular espacio. Sin duda, está hecha para glorificar a su constructor y al régimen que gobernó durante varias décadas. Tumbas parecidas se pueden encontrar en el mundo entero. Tumbas construidas por un afán de protagonismo y con la intención de la trascendencia de sus constructores. En el caso de los egipcios, era totalmente al contrario. La mayoría de las tumbas no son más que nubes de humo para esconder el verdadero lugar de enterramiento. La magnífica pirámide de Zoser, la más antigua de todas, ya es un buen ejemplo de esto. Un monumento innovador y grandioso, que sin embargo no era la tumba del faraón. Su verdadera tumba se encuentra tras cientos y cientos metros de estrechos pasillos, a los que se accede desde una escalera secreta que hay en la cámara en la que se supone que debería estar enterrado. Esta cámara, aún en la misma pirámide, se dejó inacabada para hacer creer a los posibles profanadores que el faraón había desechado la posibilidad de ser enterrado allí, y por eso no había sido acabada. No era más que un engaño. A varios cientos de metros de allí, y a una profundidad realmente considerable, se hallaba la verdadera tumba. Tumba de inigualable acabado, con figuras en relieve en sus paredes pintadas artísticamente con vivos colores, de los que hoy sólo quedan restos. Una tumba que se suponía no iba a ver nunca nadie, para asegurar así el tránsito de Zoser a la vida eterna. Así pues, toda esta belleza y todo este delicado y magnífico trabajo estaba destinado a no ser visto por ningunos ojos. ¿Quién haría hoy algo así? ¿Quién gastaría millones de euros en una obra que nadie podría ver? En esta época materialista que nos ha tocado vivir, de un capitalismo desbocado, nadie hace nada que no deje dinero o que al menos ensalce a su autor. Para los egipcios era al contrario, pues esa obra, esa tumba, sólo se hacía para que la vieran los dioses. Suficiente razón para que fuese una auténtica obra de arte.


El pensamiento egipcio es tan apasionante que sólo dando dos ejemplos me he extendido mucho más de lo que había previsto. Así pues, de momento me detendré aquí. Quedan tantas cosas por contar de la tierra de los faraones que si uno no deja de escribir de golpe, podría estar haciéndolo todo el día sin repetirse.


Esto no ha hecho más que empezar.


FRAN MELIÁ


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