GEOGRAFÍA DE “TIERRA SANTA” EN EL SIGLO I
Antes de seguir, explicaré de manera breve el escenario geográfico sobre el que se desarrollaron estos acontecimientos. A fin de facilitar la localización de cada lugar, incluyo este sencillo pero explícito mapa, que encabeza la redacción
Judea: Era la provincia por excelencia (política, económica y religiosamente), principalmente porque en ella se encontraba la sagrada ciudad de Jerusalén. Plinio el joven y Flavio Josefo dijeron de Jerusalén que era una ciudad impresionante y la más importante de Asia Menor. Tanto que, pese a estar mal situada para las rutas del comercio, era una ciudad siempre bulliciosa. Su principal activo era que en Jerusalén estaba el Templo y por lo tanto el centro del poder judío. También en Judea se encontraba la milenaria ciudad de Jericó. En relación a las ciudades de los evangelios, nos encontramos con Betania y Belén, a 3 y 8 kilómetros de Jerusalén. Judea era la provincia más al sur, ya que bajo ella estaban las tierras de Edom (Idumea), territorio ligado habitualmente a Israel, de donde fuera nativo Herodes el Grande.
Samaria: Era la provincia más polémica, ya que estaba enfrentada al resto de forma irreconciliable. Para empezar, tenía su propio templo, el de Garizim, negando la autoridad del Templo de Jerusalén, algo impensable para cualquier otro judío. Además, los samaritanos se creían los auténticos herederos de Israel. Sin embargo, para el resto no eran más que judíos impuros (les acusaban de haberse mezclado con sangre extranjera desde la invasión asiria) e impíos (no aceptar la autoridad del Templo de Jerusalén). Hubo refriegas y desencuentros durante todo este tiempo, siendo el más importante el de la destrucción del Templo de Garizim por el asmoneo Juan Hicarno, reconstruido en tiempos de Herodes el Grande. Samaria estaba situada en el centro, al norte de Judea y al sur de Galilea.
Galilea: Era la provincia más al norte, sin frontera con judíos propiamente dichos, ya que lo más parecido a ello serían los samaritanos del sur. Lejos de la influyente Jerusalén (más de un centenar de kilómetros) los galileos eran considerados inferiores por los habitantes de Judea. No odiados y despreciados como los samaritanos, pero sí “ninguneados” y menospreciados, considerándolos iletrados y toscos. Dice Juan en su evangelio (7; 52), que los fariseos, al saber que venía de Galilea, desautorizaron a Jesús diciendo: “Estudia y verás que de Galilea no surge ningún profeta”. Los galileos eran esencialmente pescadores o campesinos. Es de reseñar la presencia en Galilea del Lago de Genesaret (Tiberiades) que surtía de buena pesca a los galileos. También allí se encontraba el Monte Tabor y Nazareth.
Perea: Tampoco los judíos de la provincia de Perea estaban muy buen vistos por los de la hegemónica y orgullosa Judea. Incluso aún peor que los galileos, ya que a estos se les tenía por nobles y leales, pese a su rudeza, sin embargo no se veía igual a los de Perea, considerados medio paganos y medio judíos, además de guardar aviesas intenciones. La cizaña del campo, denominaban habitualmente a Perea. Estaba situada a la otra orilla del Jordán (“el país de más allá”), de terreno abrupto y rápidos torrentes. Compartía frontera al noroeste con Samaria, al oeste con Judea y al sur con el Mar Muerto.
Antes de seguir, explicaré de manera breve el escenario geográfico sobre el que se desarrollaron estos acontecimientos. A fin de facilitar la localización de cada lugar, incluyo este sencillo pero explícito mapa, que encabeza la redacción
Judea: Era la provincia por excelencia (política, económica y religiosamente), principalmente porque en ella se encontraba la sagrada ciudad de Jerusalén. Plinio el joven y Flavio Josefo dijeron de Jerusalén que era una ciudad impresionante y la más importante de Asia Menor. Tanto que, pese a estar mal situada para las rutas del comercio, era una ciudad siempre bulliciosa. Su principal activo era que en Jerusalén estaba el Templo y por lo tanto el centro del poder judío. También en Judea se encontraba la milenaria ciudad de Jericó. En relación a las ciudades de los evangelios, nos encontramos con Betania y Belén, a 3 y 8 kilómetros de Jerusalén. Judea era la provincia más al sur, ya que bajo ella estaban las tierras de Edom (Idumea), territorio ligado habitualmente a Israel, de donde fuera nativo Herodes el Grande.
Samaria: Era la provincia más polémica, ya que estaba enfrentada al resto de forma irreconciliable. Para empezar, tenía su propio templo, el de Garizim, negando la autoridad del Templo de Jerusalén, algo impensable para cualquier otro judío. Además, los samaritanos se creían los auténticos herederos de Israel. Sin embargo, para el resto no eran más que judíos impuros (les acusaban de haberse mezclado con sangre extranjera desde la invasión asiria) e impíos (no aceptar la autoridad del Templo de Jerusalén). Hubo refriegas y desencuentros durante todo este tiempo, siendo el más importante el de la destrucción del Templo de Garizim por el asmoneo Juan Hicarno, reconstruido en tiempos de Herodes el Grande. Samaria estaba situada en el centro, al norte de Judea y al sur de Galilea.
Galilea: Era la provincia más al norte, sin frontera con judíos propiamente dichos, ya que lo más parecido a ello serían los samaritanos del sur. Lejos de la influyente Jerusalén (más de un centenar de kilómetros) los galileos eran considerados inferiores por los habitantes de Judea. No odiados y despreciados como los samaritanos, pero sí “ninguneados” y menospreciados, considerándolos iletrados y toscos. Dice Juan en su evangelio (7; 52), que los fariseos, al saber que venía de Galilea, desautorizaron a Jesús diciendo: “Estudia y verás que de Galilea no surge ningún profeta”. Los galileos eran esencialmente pescadores o campesinos. Es de reseñar la presencia en Galilea del Lago de Genesaret (Tiberiades) que surtía de buena pesca a los galileos. También allí se encontraba el Monte Tabor y Nazareth.
Perea: Tampoco los judíos de la provincia de Perea estaban muy buen vistos por los de la hegemónica y orgullosa Judea. Incluso aún peor que los galileos, ya que a estos se les tenía por nobles y leales, pese a su rudeza, sin embargo no se veía igual a los de Perea, considerados medio paganos y medio judíos, además de guardar aviesas intenciones. La cizaña del campo, denominaban habitualmente a Perea. Estaba situada a la otra orilla del Jordán (“el país de más allá”), de terreno abrupto y rápidos torrentes. Compartía frontera al noroeste con Samaria, al oeste con Judea y al sur con el Mar Muerto.
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