UN ENTRETENIDO PASEO POR LA HISTORIA

Historia es todo lo que existe y todo lo que ha existido. Hasta aquello que está por venir acabará convirtiéndose en ella también. Es la ciencia que contiene todas las demás, pues cualquiera de ellas forma parte de sus entrañas. Si somos flexibles en cuanto a nuestro estudio de fechas y nombres, y nos ceñimos a los hechos concretos, esta ciencia se convierte en una inacabable película, una inabarcable novela, con sucesos increíbles y finales inesperados. El problema radica en que su sentido es diferente en cuanto a quien sea su narrador, privilegio reservado tradicionalmente para los vencedores, para los fuertes, para aquellos que están en la cima en el momento en que se escribe. Es por ello que hay que ir con cuidado con las interpretaciones subjetivas (casi siempre) que encontramos en los documentos históricos. El fin de esta página es; primero, entretenerme yo y después intentar entretener a quien la lea. Me he tomado la molestia de preparar un surtido número de links para que, quien lo desee, pueda comprobar si mis reflexiones son ciertas o no lo son.



En Rennes le chateau

lunes, 4 de noviembre de 2013

¿Cuándo hubo "cristianismo"?

El cristianismo es la religión más profesada hoy día a nivel mundial, con el catolicismo como opción mayoritaria (dueño de la iglesia desde mediados del siglo II hasta nuestros días), pero con otras interpretaciones que han dado origen a otras ramas, como ortodoxos, anglicanos, evangelistas, mormones o testigos de Jehová, entre otros, sin entrar en las ramas que hubo anteriormente, como cátaros, templarios, luteranos, calvinistas... Estaríamos hablando de una cifra aproximada de 2.000 millones de creyentes hoy en todo el mundo. Resulta cuanto menos curioso pensar que tal monstruo se originó en el seno del judaísmo, religión profesada actualmente por menos de 15 millones de personas en el mundo. Pero... ¿en qué momento histórico podríamos considerar que judaísmo y cristianismo eran ya dos entes claramente diferentes e independientes? Para averiguar tal cuestión, necesitaremos viajar en el tiempo hasta los primeros siglos de nuestra era. Un viaje en el que deberemos dejarnos guiar por la literatura acumulada en todo este tiempo, especialmente la de los cuatro primeros siglos, así como por la valiosa labor de análisis que grandes estudiosos nos han dejado. Serán nuestras dos mejores armas. Buscar un inicio resulta verdaderamente complicado. Para comprender el inicio del cristianismo, es inevitable conocer la religión judía, a cuyos inicios e influencias posteriores deberíamos remontarnos para conseguir tal fin. Sin embargo, con conocer bastante bien el ambiente religioso de inicios de nuestra era en Jerusalén será suficiente para lo que nos ocupa. Y este era un ambiente profundamente enrarecido, cargado. Israel estaba bajo el yugo romano y la esperanza en una intervención divina que les liberara de Roma y colocara a Israel en el lugar preeminente prometido por su Dios era una esperanza intensa y próxima. Tal convencimiento había de ello que, en el año 66, Israel, una pequeña provincia limítrofe, se rebeló contra el todopoderoso imperio romano. Las consecuencias serían desastrosas para los judíos. Tan sólo nos remontaremos unos siglos atrás, para entenderlo mejor. En el año 525 a.c. , Ciro el Grande (Ciro II de Persia) liberó al pueblo judío de siglos de cautiverio, bien asirio o bien babilonio, para concederles una “libertad controlada” desde la que recordaban con melancolía aquellos tiempos de esplendor bajo la guía de Saúl, David y Salomón, al tiempo que reconstruían el Templo que destruyeran los babilonios. Alejandro Magno derrotaría a los persas 2 siglos después e Israel entraría bajo el influjo helénico de los ptolomeos. El rey seléucida Antíoco IV saqueó Jerusalén y su segundo Templo hacia 175 ac, además de obligar a los judíos a renunciar a su religión. Esto provocó un levantamiento judío, liderado por los macabeos, que resultaría triunfante, aprovechando las posteriores crisis sucesorias seléucidas y su pronta caída en 129 ac. Durante un siglo (164 ac – 63 ac) Israel recuperó su añorada libertad y soñó, bajo el gobierno de los asmoneos, con emular los tiempos del rey Salomón. El rodillo romano le privó de ello, ya que conquistó Israel casi sin querer (aprovechando una crisis sucesoria asmonea) y lo convirtió en provincia romana, colocando un rey títere, Herodes el Grande. Y después de haber saboreado las mieles de la libertad y el autogobierno, los judíos no estaban dispuestos a doblegarse tan fácil a Roma, por lo que brotó un nacionalismo exacerbado, aliñado por algunas provocaciones de los gobernantes romanos, entre otros el propio Pilato (estandartes con imágenes del emperador, utilización de fondos del templo, matanzas de judíos...) que elevarían el malestar general. La sensación de que Yahvé no permitiría estas cosas y el convencimiento de una pronta intervención divina dotó a aquel tiempo, además, de una atmósfera apocalíptica Y en ese tiempo de opresión, de mensajes apocalípticos, de supuestos mesías, de profetas de la inminente llegada del reino de Dios a la tierra, de una sensación de bullicio revolucionario… En ese tiempo, aparece Jesús en escena. Pero… ¿en qué momento ocurre eso? Aunque no hay un consenso entre estudiosos sobre la relación entre Jesús y Juan el Bautista, ni en cuanto al tiempo que permanecieron juntos, sí lo hay sobre el hecho de que Jesús se unió al grupo de Juan durante un tiempo indeterminado y que después lo abandonó para iniciar una prédica por su cuenta. Como muestra, sirva el “ultracristianismo” del Opus Dei, en cuya pagina web (http://www.opusdei.es/art.php?p=16024) se puede leer: “3. Mensaje y bautismo. Juan Bautista, según Flavio Josefo, “exhortaba a los judíos a practicar la virtud, la justicia unos con otros y la piedad con Dios, y después a recibir el bautismo”. Los evangelios añaden que su mensaje era de penitencia, escatológico y mesiánico: exhortaba a la conversión y enseñaba que el juicio de Dios es inminente: vendrá uno “más fuerte que yo” que bautizará en espíritu santo y fuego. Su bautismo era para Flavio Josefo “un baño del cuerpo” y señal de la limpieza del alma por la justicia. Para los evangelistas era “un bautismo de conversión para el perdón de los pecados” (Mc 1,5). Jesús no rechaza el mensaje del Bautista, más bien parte de él (Mc 1,15) para anunciar el reino y la salvación universal, y se identifica con el Mesías que Juan anunciaba, abriendo el horizonte escatológico. Y, sobre todo, hace de su bautismo fuente de salvación (Mc 16,16) y puerta para participar de los dones otorgados a los discípulos. En resumen, entre Juan y Jesús hubo muchos puntos de contacto, pero todos los datos conocidos hasta ahora ponen de manifiesto que Jesús de Nazaret superó el esquema veterotestamentario del Bautista(conversión, actitud ética, esperanza mesiánica) y presentó el horizonte infinito de salvación (reino de Dios, redención universal, revelación definitiva).” Uno se ve tentado en calificar como inicio del cristianismo a esta primera aparición pública de Jesús (dejando de lado los relatos de la niñez), sin embargo, no es lícito hacerlo, ya que en ese momento Jesús no es cristiano, sino judío. Un judío piadoso, acérrimo cumplidor de la ley. Un recto observante de la ley de Moisés que reclama a quienes le sigan que cumplan esta misma ley. Y así será hasta el día de su horrible y dolorosa muerte. Vivirá como judío y morirá como judío. Jesús no quiere formar ninguna nueva religión en ningún momento. Es que es algo que ni se le pasaría por la cabeza. Es un judío que, en aquel ambiente revolucionario, predica la pronta llegada del reino de los cielos y llama al arrepentimiento a las gentes para conseguir la salvación. Este de la salvación es un punto importante en el que me quiero detener un poco, ya que refuerza la idea de que Jesús fue judío desde el principio hasta el final. La salvación, para Jesús, consistía en cumplir la ley de Moisés (como pilar básico) y arrepentirse de los pecados ante la inminente llegada del reino de los cielos. Esa era, además, su prédica sobre tal asunto y que se encuentra en los propios evangelios. Sin embargo, la salvación para cualquier cristiano consistía (y consiste) en algo diametralmente opuesto. Para obtener la salvación como cristiano, tan sólo hay que aceptar que Jesús murió en la cruz por salvar a la humanidad y que resucitó posteriormente. Nada más. El famoso Juan 3:16 y siguientes 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 3:17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 3:18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Es evidente por este claro ejemplo que Jesús no pensaba como cristiano, sino como judío. Y así sería hasta su muerte, como coinciden todos los estudiosos, hasta la propia iglesia católica, que así opina sobre Jesús, afirmando que vivió y murió como judío, sin salirse en ningún momento del universo judío (¿Qué podemos saber hoy de Jesús de Nazaret? Verbo divino 2011) Entonces, no nos queda más que seguir avanzando en el tiempo, justo después de ser crucificado el nazareno. Ahí está, bajo mi punto de vista, el quid de la cuestión. Para que nadie se ofenda, antes de seguir, aclarar que no busco demostrar ni negar nada. En mi exposición no se habla de si Jesús resucitó o no lo hizo. Aunque suene extraño, pero es algo intrascendente para lo que voy a exponer. Lo realmente importante es que sus más inmediatos seguidores así lo creyeron fervientemente. Bien porque así sucediera, y Jesús resucitara en verdad, o bien porque así lo imaginaron o lo intuyeron aquellos que le seguían. Cada uno puede creer lo que considere a bien creer, pero de lo que no hay duda es de que sus seguidores estaban ciertamente convencidos de que Jesús resucitó. Y esto es lo que empezó a cambiarlo todo. La piedra angular sobre la que se originaría la teología cristiana, ya que cambiaba el prisma con el que se venían observando las cosas. Creía el judaísmo de la época (como reza en las escrituras) que la manera de saber si un Mesías procedía de Dios o era un farsante era simplemente esperar a ver si triunfaba o si fracasaba. Si triunfaba, era un Mesías verdadero que venía de Dios. Fracasar era la prueba de que no era un Mesías verdadero enviado por la divinidad. Entonces, pongámonos por un momento en la piel de los seguidores de Jesús, momentos después de haber muerto el nazareno. La frustrante sensación de “esto se acabó” debió de recorrerlos por completo. Si Jesús hubiera sido el verdadero Mesías, Yavhé hubiera intervenido. Jamás hubiese permitido que su enviado fuera torturado, vilipendiado y asesinado tan horriblemente. Entonces... allí tenían la horrible prueba de que Jesús no era el Mesías de Dios. No es difícil imaginar la frustración que debieron sentir. Sin embargo, pronto empezaron a correr noticias de que Jesús había resucitado. Este hecho es el que lo cambia todo, ya que de esta manera Jesús no habría fracasado. Si Dios lo había resucitado era porque procedía de él. En un principio, no es difícil imaginar la dificultad de explicar tal asunto para los seguidores de Jesús. ¿Cómo interpretarlo? ¿Habría sido un plan preconcebido desde el principio? ¿Estaría la muerte de Jesús desde el inicio de ese plan? ¿Por qué? ¿Qué sentido tenía? ¿Qué rol exacto tenía Jesús en dicho plan? Las preguntas eran tan importantes como las respuestas. Quizá más. Este es un momento importante en la constitución del cristianismo, pero aún no definitivo, puesto que sus discípulos siguen siendo judíos, rectos observantes de la ley, con la peculiaridad de creer que el Mesías ya ha llegado y es Jesús. Es entonces cuando se releen las escrituras bajo este nuevo punto de vista, a fin de encontrar el anuncio de tal hecho, del que están firmemente convencidos. Es entonces (el primer lustro tras su muerte) cuando, rebuscando con ese nuevo prisma entre las escrituras, se vislumbra entre los profetas, especialmente Isaías, el anuncio de la muerte de Jesús en la forma del Mesías sufriente. A partir de aquí, empezará a formarse la teología cristiana poco a poco, aunque, como dije, aún es temprano para afirmar que en ese punto se inicia el cristianismo, ya que en ningún momento se ha roto aún el marco del judaísmo. Sus discípulos siguen siendo judíos piadosos convencidos de que Jesús es el Mesías sufriente profetizado por Isaías. Aquel debió ser un momento único, puesto que cada uno aportaría su propia visión sobre el rol de Jesús, intercambiando pareceres con otros, debatiendo sobre su misión, sobre sus palabras, sobre su vida, sobre su muerte... Sin embargo, aún no hay cristianismo fuera del judaísmo. Los cristianos son una nueva secta judía, con una nueva interpretación de las escrituras en base a la firme creencia en la resurrección de Jesús, pero sin romper el marco teológico del judaísmo. Vendría a ser como una evolución del judaísmo que lo acerca a su plenitud, a cerrar el círculo de una promesa hecha por su Dios muchos siglos atrás. Por lo tanto, aun no hay una escisión, aunque sí el rechazo del resto de judíos no cristianos, que se irá encarnizando con el tiempo. Así pues, hay que seguir avanzando. La próxima estación en nuestro recorrido será Pablo de Tarso, pieza básica en la futura teología cristiana, sin ninguna duda, a pesar de haber sido uno de los más fieros perseguidores del cristianismo en sus primeros pasos. Su peculiaridad estriba en que su adhesión al cristianismo no se debe a ningún estímulo exterior, sino a una suerte de revelación interior procedente del mismo Jesús (en mí, no a mí), según su propio testimonio. Cuando Pablo se convierte, el cristianismo aún está claramente circunscrito al judaísmo. Él se encargará de dar otra vuelta de tuerca más, desde su propia visión revelada interiormente, para propiciar la integración de nueves fieles al cristianismo (gentiles) que podrán saltarse algunas normas hasta entonces inquebrantables del judaísmo, cuyo mayor ejemplo sería el de la circuncisión (Pablo propone, de forma poética, la circuncisión del corazón). En el Concilio de Jerusalén del año 51 se tratarán algunos de estos asuntos. Pedro queda al cargo de los circuncisos y Pablo de los incircuncisos, reseñando en Gálatas que le acompañaba Tito, griego converso al cristianismo y no circunciso, y que nadie le obligó a circuncidarse. Galatas 2: 1-3 « Luego, al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo también a Tito. 2 Subí movido por una revelación y les expuse el Evangelio que proclamo entre los gentiles - tomando aparte a los notables - para saber si corría o había corrido en vano. 3 Pues bien, ni siquiera Tito que estaba conmigo, con ser griego, fue obligado a circuncidarse. En este punto, el lazo que une judaísmo y cristianismo está tensado al máximo. El judaísmo sigue unido al judeo-cristianismo (aunque abiertamente enfrentado) en cuanto a que este último sigue cumpliendo con los preceptos y normas de la Ley. A su vez, el judeo-cristianismo esta unido con el cristianismo gentil por su fé en Cristo. Según parece, nos vamos acercando ya mucho al punto de escinsión. Los siguientes 20 años serán decisivos. El contexto, siempre tan importante en el devenir de los acontecimientos, lo será tanto o más en la cuestión que nos ocupa, ya que los cristianos, hacia la década de los 60, son ya aborrecidos tanto por judíos como por romanos, habiendo sufrido persecuciones durísimas y horribles ejecuciones por parte de las autoridades judías, que remachará el emperador Nerón achacándoles el incendio de Roma, con unas consecuencias horrorosas. Es en este tiempo cuando empieza a perfilarse la teología que presentarán los evangelios, de clara influencia paulina, con un Jesús en alguna forma (aun no definida claramente) divino. Un Jesús que sustituye a Moisés (Moisés dijo, pero yo os digo) en lo que viene a ser la Nueva Ley, y un Nuevo Pacto entre los hombres (Iglesia) y la divinidad, que viene a sustituir al antiguo pacto de Dios con el pueblo de Israel. Esta divinización de Jesús y el nuevo pacto será lo que separará definitivamente, en el ámbito teológico, al judaísmo del cristianismo. Inasumible para cualquier judío e incluso para los judeocristianos más ortodoxos. La década de los 70 y de los 80, y retomando la importancia del contexto, será vital para la creación del cristianismo como un ente independiente del judaísmo. Acaba de producirse un levantamiento judío contra Roma y los cristianos quieren quedar al margen, a fin de que no se tomen represalias contra ellos, aunque para los romanos aún no hay mayor diferencia entre judíos y cristianos más que los segundos son una secta de los primeros. Por ello, Domiciano, desde el 81 hasta el 96 promoverá otra dura persecución que queda retratada en esta ley: "Que ningún cristiano, una vez traído ante un tribunal, quede exento de castigo sin que renuncie a su religión". En este confuso tiempo (70-95 aprox.) serán redactados los evangelios, inspirados en lo esencial en la interpretación de Pablo, según la revelación que afirmó tener. Aunque los sinópticos y Hechos son más comedidos y escuetos al hablar de la divinidad de Jesús, presentándolo muchas veces como ungido, hombre acreditado, profeta, etc, al llegar al Evangelio de Juan ya vemos una divinización totalmente asumida desde el primer versículo. Se dice en Hechos2:22 hombre acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio Esto son supuestamente palabras de Pedro, quien hubo de tener dificultades para asumir que Jesús era divino. Pablo le otorga divinidad, pero le supedita al padre (posteriormente vendría el conflicto de la Trinidad). Cristo Jesús es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios es la cabeza de Cristo Jesús. 1 Corintios 11:3. Luego, los evangelios irán adentrándose en esta divinidad hasta llegar a Juan, el último de los canónicos, quien se la otorga sin lugar a duda, desde el primer versículo: Juan 1. 1 En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Quiero repetir, de nuevo, que no se duda de que los evangelios hayan o no hayan sido inspirados por la divinidad, ni su grado de verdad. Simplemente se analiza un proceso desde el punto de vista aséptico que siempre debería presentar un historiador, sin aportar opiniones personales más que cuando así se indique expresamente. En este punto nos hallaríamos en el año 100, con un cristianismo que se extendía a velocidad de órdago, aunque seguía siendo odiado por casi todos, por diversos motivos. Algunos tan simples como la negativa cristiana a adorar dioses romanos o de presentar ofrendas, lo que afectaba directamente a fabricantes de ídolos y criadores de animales para sacrificios. Tiempos revueltos, donde el cristianismo se había extendido por diversos territorios como Mesopotamia, Egipto, Asia Menor o el occidente Imperial (incluida la propia Roma) y sus miembros se habían ido jerarquizando desde la figura del Obispo de Roma (máximo responsable, denominado posteriormente Papa) hasta los fieles de a pie. Además, reclamando para su élite intelectual la exclusividad de la interpretación teológica sobre Jesus y una autoridad innegociable, como señalaba Ignacio de Antioquía en el año 107. “Es obvio que debemos mirar a un obispo como al Señor en persona ... Sus clérigos... están en armonía con su obispo como las cuerdas de un arpa, y el resultado es un himno de alabanza a Jesucristo de mentes que sienten al unísono” En este punto, hacia 110, podría afirmarse que el cristianismo ya es un ente independiente, con entidad propia. -Tiene ya los 4 libros que, en un futuro, serán considerados canónicos (en 180, Ireneo ya estipula estos 4 evangelios como únicos verdaderos en su “Contra las herejías”, por lo que hubo de haber alguna suerte de concilio hacia 150 donde quedó firmemente estipulado este asunto). -Tiene una teología claramente definida (a falta de puntos interpretativos sobre la naturaleza de Jesús, conocidos como “disputas cristológicas”), teología con diferencias insalvables para su confusión con el judaísmo. En la correspondencia entre Plinio y Trajano, hacia 110, ambos hablan de los cristianos, sabiendo perfectamente que eran algo diferente a los judíos. -Tiene una jerarquía establecida, con cabeza en Roma, con un status bien definido, que, como vimos en palabras de Ignacio de Antioquía (debemos mirar a un obispo como al Señor en persona) se adjudicará la potestad única para interpretar los escritos sagrados, es decir, para señalar la ruta a seguir. Por tanto, aquí concluye el viaje. Hacia el año 110. En este año ya podemos afirmar que el cristianismo está constituido. Y aunque lo esté en su forma más básica, ya es diferenciado del judaísmo por los ajenos a ambos credos. Hacia 150 se sospecha (por lo escrito por Ireneo en 180) que habría algún tipo de reunión de la élite cristiana para estipular un canon evangélico del que saldrían “oficialmente” los cuatro evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) Dos siglos después, el cristianismo sería la religión imperial. Pero eso es otra historia FRAN MELIÁ BIBLIOGRAFÍA -"Cristianismo primitivo y religiones mistéricas". Varios autores (Cátedra, 2007) -"Guía para entender el Nuevo Testamento". Antonio Piñero (Trotta, 2006) -"Los cristianismos derrotados". Antonio Piñero (Edaf, 2007) -"101 preguntas y respuestas sobre la Bilia". Raymond E. Brown (Eduiciones Sígueme Salamanca, 2002)