
LA SOCIEDAD JUDÍA EN EL SIGLO I Y SU ECONOMIA
Antes de profundizar en los aspectos sociales de la vida judía de aquellos tiempos, es necesario señalar que todos ellos están relacionados con los hombres. La sociedad judía era obsesivamente patriarcal. La mujer era considerada inferior al hombre. Como una pertenencia de éste. Primero de su padre y luego de su marido. Incluso si se quedaba viuda y no había tenido hijos varones, pasaba a ser una propiedad de su cuñado. En el núcleo familiar, el padre era como un pequeño monarca, dueño del destino de hijos, mujer y esclavos (no judíos). Baste señalar que para lavar al señor de la casa servían tanto los esclavos paganos como la mujer, pero no un esclavo judío, porque, pese a ser esclavo, sí era considerado hombre y por tanto merecía más respeto que la mujer. Ésta, era sólo respetada como madre y mucho más si su descendencia era de varones. Ni siquiera recibía instrucción religiosa porque se creía que era incapaz de comprenderla. Por todo ello, el mundo social judío era de uso exclusivo del hombre.
El principal poder económico era ejercido por una veintena de poderosas familias de Jerusalén, a quien el propio evangelista Lucas califica como “los notables del pueblo” (Lucas, 19;47). O bien eran dueños de grandes latifundios (especialmente en Galilea) o bien controlaban el cobro de los opresivos tributos romanos. Y muchas veces ambas cosas. La mayoría de ellos eran saduceos (luego hablaré de los distintos grupos religiosos) y formaban parte del Sanedrín. Obviamente, eran pro-romanos, ya que el Imperio les concedía tal favor a cambio de incidir con su presencia en algunas decisiones de este mismo Sanedrín. No cobraban directamente los impuestos al pueblo, sino que delegaban en unos cobradores conocidos como publicanos, mucho más pobres y bastante mal vistos. Sin embargo, no eran la parte principal del Sanedrín, papel reservado para los sacerdotes del Templo, y en especial para el Sumo Sacerdote, presidente de este Sanedrín. Los sacerdotes heredaban el cargo de sus padres, ya que para poder ejercer como tal era condición sine qua non el demostrar ser descendiente de Aarón, razón por la que formaban un círculo cerrado y compacto. De los cuidados del templo se encargaban hasta 300 sacerdotes, a los que ayudaban en sus tareas unos 400 levitas, una especie de ayudantes que se ubicaban un escalafón más abajo (El Templo de Jerusalén, corazón del pueblo judío, requería de múltiples atenciones). Tampoco los sacerdotes, especialmente la élite, se oponían nunca frontalmente a Roma. No hay que olvidar que era el Gobernador romano quien elegía al Sumo Sacerdote.
Además de estos poderosos grupos, existía otro pequeño grupo que formaban los artesanos, comerciantes y los dueños de residencias de hospedaje. El resto de judíos, era pobre o muy pobre. Desde los mendigos, que a las faldas del Templo pedían limosna para sobrevivir (había muchos mendigos en Jerusalén), los jornaleros, que en lugar de mendigar limosna mendigaban trabajo, los escribas (excepto la cúpula farisaica del Sanedrin), que medio mendigaban también a cambio de sus enseñanzas religiosas, los esclavos, la mayoría al servicio de Herodes y su círculo en Palacio, hasta los antes nombrados publicanos, quienes a los impuestos que cobraban gravaban una cantidad que se quedaban ellos para vivir.
Antes de profundizar en los aspectos sociales de la vida judía de aquellos tiempos, es necesario señalar que todos ellos están relacionados con los hombres. La sociedad judía era obsesivamente patriarcal. La mujer era considerada inferior al hombre. Como una pertenencia de éste. Primero de su padre y luego de su marido. Incluso si se quedaba viuda y no había tenido hijos varones, pasaba a ser una propiedad de su cuñado. En el núcleo familiar, el padre era como un pequeño monarca, dueño del destino de hijos, mujer y esclavos (no judíos). Baste señalar que para lavar al señor de la casa servían tanto los esclavos paganos como la mujer, pero no un esclavo judío, porque, pese a ser esclavo, sí era considerado hombre y por tanto merecía más respeto que la mujer. Ésta, era sólo respetada como madre y mucho más si su descendencia era de varones. Ni siquiera recibía instrucción religiosa porque se creía que era incapaz de comprenderla. Por todo ello, el mundo social judío era de uso exclusivo del hombre.
El principal poder económico era ejercido por una veintena de poderosas familias de Jerusalén, a quien el propio evangelista Lucas califica como “los notables del pueblo” (Lucas, 19;47). O bien eran dueños de grandes latifundios (especialmente en Galilea) o bien controlaban el cobro de los opresivos tributos romanos. Y muchas veces ambas cosas. La mayoría de ellos eran saduceos (luego hablaré de los distintos grupos religiosos) y formaban parte del Sanedrín. Obviamente, eran pro-romanos, ya que el Imperio les concedía tal favor a cambio de incidir con su presencia en algunas decisiones de este mismo Sanedrín. No cobraban directamente los impuestos al pueblo, sino que delegaban en unos cobradores conocidos como publicanos, mucho más pobres y bastante mal vistos. Sin embargo, no eran la parte principal del Sanedrín, papel reservado para los sacerdotes del Templo, y en especial para el Sumo Sacerdote, presidente de este Sanedrín. Los sacerdotes heredaban el cargo de sus padres, ya que para poder ejercer como tal era condición sine qua non el demostrar ser descendiente de Aarón, razón por la que formaban un círculo cerrado y compacto. De los cuidados del templo se encargaban hasta 300 sacerdotes, a los que ayudaban en sus tareas unos 400 levitas, una especie de ayudantes que se ubicaban un escalafón más abajo (El Templo de Jerusalén, corazón del pueblo judío, requería de múltiples atenciones). Tampoco los sacerdotes, especialmente la élite, se oponían nunca frontalmente a Roma. No hay que olvidar que era el Gobernador romano quien elegía al Sumo Sacerdote.
Además de estos poderosos grupos, existía otro pequeño grupo que formaban los artesanos, comerciantes y los dueños de residencias de hospedaje. El resto de judíos, era pobre o muy pobre. Desde los mendigos, que a las faldas del Templo pedían limosna para sobrevivir (había muchos mendigos en Jerusalén), los jornaleros, que en lugar de mendigar limosna mendigaban trabajo, los escribas (excepto la cúpula farisaica del Sanedrin), que medio mendigaban también a cambio de sus enseñanzas religiosas, los esclavos, la mayoría al servicio de Herodes y su círculo en Palacio, hasta los antes nombrados publicanos, quienes a los impuestos que cobraban gravaban una cantidad que se quedaban ellos para vivir.
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